Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado. 1 Corintios 9:26-27.
El término Grand Prix se refiere al máximo galardón o gran premio otorgado en una competencia deportiva. La vida cristiana es como una gran carrera en la que buscamos llegar a la meta y obtener ese gran premio: la eternidad.
Sin embargo, en cualquier carrera podemos quedar descalificados sin importar el rango, la posición o el atributo. ¿Por qué? Porque tener una meta exige dominar el cuerpo, exige disciplina.
No pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Filipenses 3:13-14.
¿En qué nos estamos enfocando?
¿En el pasado o en la meta?
Las cosas del pasado nos desenfocan de la meta. Dios siempre va adelante, nunca lo busque atrás. La única manera que Dios puede estar caminando detrás, es si usted se apartó y está caminando para el otro lado. Siempre busque a Dios adelante y camine, Él lo está esperando.
Si ya contamos con la salvación y sabemos que nuestra meta es Jesús, no podemos desenfocarnos mirando hacia atrás, porque la eternidad no empieza al morir, la eternidad empieza con la salvación de cada uno.
Nunca crea que ya llegó a la meta o que ya no tiene nada más que aprender, porque quedará descalificado. Al contrario, continúe esforzándose para alcanzarla.
Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Hebreos 12:1-2.
Si corremos con mucho peso, por consecuencia lógica, nos vamos a cansar antes de llegar a la meta. Por eso Jesucristo dice: Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Mateo 11:28.
El pecado es un lastre que nos estorba y puede sacarnos de la carrera. Debemos dejar las cosas que nos pesan y nos estorban. Por eso es bueno venir y sacarse todas las piedras acumuladas y ponerlas en el altar de Dios: “Señor, perdóname, yo fallé, pero te dejo esta carga, culpa o pecado. Quiero reencaminarme a la meta que eres tú”.
Así que la meta es volver a donde empezó todo, donde estaba la comunión perfecta con Dios. ¿Por qué Dios proveyó una solución para la caída? Porque nos ama y quiere vivir con nosotros, pero sin el pecado en el que caímos. Todo esfuerzo, toda prueba, todo dolor vale la pena con tal de volver a casa y encontrarnos con Jesucristo.
Le tengo una buena noticia: si usted se mantiene, llega a la meta y alcanza el fin para el cual fue llamado, no importa a qué lugar llegue o detrás de quién, Jesucristo va a estar esperándolo con una recompensa muy grande, porque para Él habrá ganado la carrera.
@PastorEstebanF
Director del Ministerio Latino de Biblica, y presidente del ministerio de capacitación a líderes “Nuestra Fortaleza”.
Por favor escríbeme a esteban.fernandez@biblica.com Será un gusto conocerte.
Este artículo apareció por primera vez en el blog de PastorEstebanF. Siéntete libre de difundirlo citando la fuente. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
0 comentarios