En medio de su depresión, un ángel lo tocó y fortaleció. Luego las Escrituras nos cuentan que viajó cuarenta días hasta que llegó a Horeb, donde se puso a esperar instrucciones del Señor. Leamos ahora lo que le sucedió allí, según el relato de 1 Reyes 19:11–13:
El Señor le ordenó: —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
Allí en la montaña Elías presenció tres grandes evidencias del poder de Dios —un viento recio que partió las montañas, luego un terremoto y finalmente un fuego— pero el texto sagrado dice específicamente que el Señor no estaba en ellas.
Después oyó Elías un «suave murmullo», y tras eso percibió la presencia y la voz del Señor. El profeta que había protagonizado una de las experiencias más contundentes del poder de Dios en el monte Carmelo ahora tenía que afinar su oído para escuchar con atención el suave murmullo del Señor.
Si bien es cierto que son muy pocas las personas que llegarán alguna vez a tener una experiencia como la de Elías en el monte Carmelo, también es cierto que la gran mayoría de los que llegamos a conocer la guía del Señor en nuestro caminar diario tenemos que aprender a prestar atención al «suave murmullo» del Espíritu Santo. Dios no suele hablarnos por medio de terremotos o fuegos o vientos recios; más bien quiere captar nuestra atención cuando nos aquietamos en su presencia. El ruido y la bulla no constituyen el mejor ambiente para sensibilizarnos a la voz de Dios.
A esta característica de la guía del Espíritu Santo la llamo la sutileza de Dios. Con eso quiero decir que, por lo general, Dios se mueve y obra de manera casi imperceptible, excepto para aquel que le presta mucha atención y aprende a discernir la voz de Dios entre las muchas otras voces que reclaman su atención. Por esta razón, a menudo los que quieren vivir en el centro de la voluntad de Dios prefieren la quietud y la soledad para afinar su oído a la voz de Dios.
Aun así, cuando el Espíritu de Dios nos quiere conducir, raramente podemos decir que lo percibimos con absoluta claridad y precisión. Más bien, opera como una santa influencia en la vida, como una impresión que cautiva el corazón. Por eso, muchas veces lo consideramos como una «ocurrencia» que resulta demasiado fácil desconocer o ignorar. Es una de las razones por las cuales menciono la necesidad de afinar el oído.
CÓMO DISCERNIR LA VOZ DE DIOS
En cierto sentido, el discernir la voz de Dios es algo como sintonizar en la radio a cierta emisora que nos interesa. Hasta no separar la señal deseada del ruido de fondo que ocupa la mayor parte de la banda que puede sintonizar la radio, nos resulta difícil interpretar el mensaje que nos llega. Entonces, la cuestión práctica es: ¿De qué manera podemos estar seguros de que estamos escuchando la voz de Dios? Quiero sugerir varios filtros que nos pueden ayudar a discernir la guía del Espíritu en forma personal.
• Primero, todo lo que hace el Espíritu Santo en nuestra vida servirá para acercarnos a Cristo, para engrandecer a Cristo, para exaltar su persona en nuestra apreciación, para hacernos más conscientes de su presencia y de su voluntad en nuestra vida. Con respecto al Espíritu Santo, Jesús dijo a sus discípulos: «Él me glorificará porque tomará de lo mío y se dio la orden de ejecutar a los falsos profetas del rey Acab, y después de la amenaza de la reina Jezabel contra su vida, la Biblia indica que Elías se asustó, huyó y pidió al Señor que le quitara la vida. lo dará a conocer a ustedes» ( Juan 16:14). El enemigo nos quiere desviar y alejar de Dios, pero el Espíritu Santo siempre nos acerca más a Dios.
• Segundo, toda obra del Espíritu Santo confirmará o subrayará la verdad de Dios en nuestra vida. La persona guiada por el Espíritu tendrá un aprecio cada vez mayor por la verdad de Dios, la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios nos refrescará, nos revivirá, pero siempre en relación con la verdad eterna de Dios. Jesús dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo «los guiará a toda la verdad» ( Juan 16:13).
• Tercero, cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, siempre procura la edificación, tanto de nosotros mismos como de otros. El énfasis en la edificación aparece una y otra vez en los escritos del apóstol Pablo, especialmente en relación con los dones espirituales y el mover del Espíritu en el cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Dios no quiere desalentarnos, aun cuando nos reta. Quiere que crezcamos, que maduremos, que seamos cada vez más útiles y fructíferos.
• En cuarto lugar, me quiero referir a una cuestión de prudencia. No todo lo que Dios me dice es para anunciarlo en público. A veces él me señala una necesidad en otra persona que debo abordar en una conversación privada y amable con esa persona. No hay por qué sacar los «trapos al sol». Siempre el propósito de toda corrección o exhortación es la edificación, la restauración y la bendición de Dios.
• Finalmente, frente a cualquier duda es mejor consultar con personas maduras de confianza antes de lanzarse por un camino que luego tendría que desandarse. Dios nunca castiga a una persona que quiere obedecerle y espera o vacila porque no está segura. Mejor afirmarnos primero y despejar las dudas para luego movernos con fe.
Si guardamos en mente estos pocos filtros antes de actuar en base a una inspiración, podemos evitar situaciones inconvenientes y hasta vergonzosas.
PARA PENSAR Y CONVERSAR
• ¿Qué debemos aprender de la experiencia de Elías que se describe en 1 Reyes 19:11–13?
• ¿Qué hizo Elías para afinar su oído a la voz de Dios?
• ¿Qué opinión te merecen los filtros mencionados por el autor como para discernir con claridad la guía del Espíritu Santo? ¿Has tenido alguna experiencia personal que afirma la sutileza de Dios?
Orville E. Swindoll
swindoll@att.net
www.orvilleswindoll.com
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